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antitodo

obice

obice una imagen de engaño olvidó su carga de amuleto,
ya no la pinta de día bajo una sombra que espera al dormido,
ni desnuda el espejismo nómada en noches de nimbo oscilante,
su carga de violencia esta en baúles de bohemia agria,
lustrando la prisión donde despertará en el,
de las violaciones concebidas tras su ausencia,
en una esquina un traje extraña su aroma delictivo
bajo el  dintel dos lagrimas a medio llorar
están siendo petrificadas,
el cíclope se esconde bajo la almohada
la ha mirado con sus ojos amarillos
y su insólita repulsión ahora cambia su vestido de ramas
tocando la piel morada que espuma en el aire
llama a la puerta con el mismo trastorno
que deja la impaciencia láctea
cuando el desierto la trama obtusas historias
recostado en la falda de una hembra que gime
da clase de amor y cátedra de pasión
con esclavos de un instante que obscurecen
a su orden, en los limites mayores de la comitiva
con el deseo de aproximarse al secreto mismo
del mediodía que escucha al abstraído, al incoherente
y de su frente se vacía el viento que observa
los peldaños los hombros, el pecho
muñeca de barro densa y eterna, resta la sombra
del escualo siente el zumbido la respiración
cabellera que se aterra en el espejo
como tea de apariencia elegida
una voz suaviza los ojos
el momento para estar juntos
la idea absurda –lo dijiste-
con partículas se enfrentan las manos
dándose razones  para abitar la tierra pura
y aspirar de la savia que corto el espejismo.

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